jueves, 30 de septiembre de 2010

Economía latinamericana. Siglo XX.

“Con anterioridad al estallido de la Primera Guerra Mundial, en el mercado internacional ya se venían registrando cierta tendencias negativas para las economías de los países latinoamericanos.
La decisión de la mayoría de los países industrializados de aplicar políticas proteccionistas para sus producciones industriales y agropecuarias inició una tendencia a la disminución de las importaciones de bienes primarios por parte de los centros capitalistas.
Desde 1910 se verificó, además, un persistente deterioro de los precios relativos de los productos primarios, en particular de aquellos que podían ser reemplazados por materiales de origen sintético. El avance tecnológico había permitido sustituir, progresivamente, materias primas de origen natural por insumos elaborados por la industria. Estos fueron los casos, por ejemplo, del salitre chileno, el caucho brasileño y las fibras vegetales utilizadas por la industria textil que fueron reemplazadas por los nitratos, el caucho y las fibras textiles sintéticos.
Sin embargo, las sociedades latinoamericanas tenían sus estructuras productivas especializadas en la producción de bienes primarios y, en el corto plazo, no podían reorientarlas. Por estos mantuvieron sus producciones tradicionales, aunque el volumen de las exportaciones y los precios internacionales de los bienes exportados fueran cada vez menores.
El estallido del conflicto bélico provocó la desorganización de los patrones de intercambio comercial que los países periféricos y los centros industriales habían mantenido hasta entonces. Durante los primeros meses de la guerra, los países europeos dejaron de demandar las producciones latinoamericanas. En America latina esta decisión provocó la caída de los ingresos provenientes de las exportaciones y, en consecuencia, una importante reducción de las importaciones. Por otra parte, la oferta de las manufacturas industriales europeas también había quedado interrumpida por las dificultades en el transporte de ultramar.
(...)
Desde comienzos del siglo XX, los Estados Unidos comenzaron a jugar un papel cada vez más importante en la economía internacional. Su ascenso se manifestó, en primer lugar, en un aumento de las inversiones y del comercio en y con algunos países de América Latina.
En 1913, México y los países de América Central y el Caribe hispánico, Venezuela, Ecuador, Perú y Colombia importaban más productos de los Estados Unidos que de Gran Bretaña. Al mismo tiempo, los Estados Unidos invertían cada vez más en los países latinoamericanos, sobre todo en las minas y los ferrocarriles mexicanos, el cobre peruano, los nitratos chilenos, los plátanos colombianos y el azúcar cubano.
El estallido de la Primera Guerra Mundial generó condiciones favorables para un mayor penetración económica estadounidense en la región.
(...)
Después de la Primera Guerra Mundial, en las economías latinoamericanas comenzaron a manifestarse signos de agotamiento de un crecimiento basado exclusivamente en las exportaciones de bienes primarios. Las causas del agotamiento fueron varias y tuvieron distinto peso en cada uno de los países de la región.
Para algunas sociedades disminuyó la demanda externa de sus producciones; en otras, el derrumbe fue total o bien se trató cada vez más de producciones controladas por empresas extranjeras.
Además, en mayor o menor medida, hacia 1920, todas las economías exportadoras de bienes primarios experimentaron dificultades originadas por el agotamiento de las tierras en producción, la imposibilidad de incorporar de nuevas tierras y/o de realizar inversiones en tecnología y, en algunos casos, por la imposibilidad de contar con la mano de obra necesaria o adecuada.
El ‘crack’ financiero de Wall Street de 1929 y la crisis económica que se desencadenó a partir de 1930, en el corto plazo agravaron la caída de la demanda de la mayoría de los bienes primarios producidos por las sociedades latinoamericanas. A los volúmenes decrecientes de las exportaciones se sumó la caída de los precios de los productos exportados. Estos dos factores produjeron un fuerte déficit en la balanza comercial de gran parte de los países latinoamericanos.
Además, la mayoría de los Estados decidió asegurar puntualmente el pago de los servicios (intereses) de la deuda externa, que los gobiernos y los empresarios privados de los países latinoamericanos habían contraído antes de la crisis con los centros financieros internacionales –en particular, con los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos y con diferentes bancos de esos países. A partir de 1930, los intereses de la deuda representaron una proporción cada vez mayor de los decrecientes ingresos obtenidos por las exportaciones. Por estas razones, en la mayoría de los países latinoamericanos se registró, además, un fuerte déficit en el saldo de la cuenta corriente de sus respectivas balanza de pagos.
Sin ingresos propios suficientes como para hacer frente al pago de los intereses de la deuda y sin posibilidades de obtener nuevos préstamos de capital como consecuencia de la depresión económica mundial, los Estados latinoamericanos se vieron obligados a intervenir en la economía con el fin de generar los recursos necesarios para equilibrar la balanza de pagos.
(...)
Con el objetivo de reducir el déficit de la balanza comercial, los Estados latinoamericanos intentaron –con más o menos éxito- alcanzar acuerdos con los países industrializados para reestablecer sus exportaciones tradicionales. Pero, al mismo tiempo, comenzaron a impulsar la producción de algunas de las manufacturas industriales que hasta entonces se importaban. Éste proceso fue denominado ‘sustitución de importaciones’.
(Historia. El mundo contemporáneo. Alonso, Vázquez, Giavón)
REVOLUCIÓN CUBANA

Causas de la revolución.
Las dictaduras de Gerardo Machado y de Fulgencio Batista.
La intervención política y los intereses económicos y estratégicos de los Estados Unidos en Cuba.
La guerra y el triunfo revolucionarios. El liderazgo de Fidel Castro.
Nacionalismo económico y reforma agraria.
La educación y la salud.
Represalias norteamericanas.
La invasión de Playa Girón.
El bloqueo diplomático y económico.
Las relaciones con la Unión Soviética.
Apoyo económico y político.
La crisis de octubre de 1962.
El socialismo cubano.
Autoritarismo político.
Economía planificada.
Anticlericalismo.
La apertura económica.

Desde 1898 la vida política cubana estuvo marcada por su peculiar relación con los Estados Unidos, y la misma Constitución recogía la tutela política norteamericana. Si bien la derogación de la enmienda Platt, en 1933, eliminaba del texto constitucional una cláusula que atentaba claramente contra la soberanía cubana, el protectorado de Washington se siguió ejerciendo de hecho. Fue la presión del embajador norteamericano la que obligó a Fulgencio Batista a implementar una apertura electoral, ante el temor norteamericano de que la situación política les fuera desfavorable. En 1944, por primera vez en la historia, hubo elecciones completamente libres, en las que triunfó el antiguo líder revolucionario y ahora dirigente del Partido Revolucionario Auténtico, Ramón Grau San Martín, cuyo derrocamiento había sido propiciado por la administración norteamericana en 1933. La presidencia de Grau tuvo lugar bajo la bonanza azucarera de la posguerra. Gracias a la corrupción existente amplió la base electoral y consolidó su situación política. En las elecciones de 1948 fue elegido presidente Carlos Prío Socarrás, ministro de Trabajo de Grau, quien de la mano de los Estados Unidos condujo a Cuba a la guerra fría. Los sindicatos paraoficiales tuvieron el apoyo gubernamental en la lucha contra los militantes del Partido Comunista o aquellos que podían ser acusados de filo-comunistas. La retracción de la producción azucarera y el aumento de la competencia internacional reforzaron el papel del turismo, un sector con fuerte presencia norteamericana. Eduardo Chibás, del Partido Ortodoxo, aparecía como el gran ganador de las elecciones de 1952, pero su suicidio abrió un vacío político, llenado por sus seguidores ante el desprestigio del oficialismo. El tercero en discordia era Batista, que había militado por algún tiempo en el Movimiento de la Paz y había desarrollado otras actividades vinculadas al comunismo y que para agradar a los norteamericanos terminó adoptando una clara postura anticomunista. Las elecciones no se celebraron debido a la intervención norteamericana y el poder se entregó a Batista, que aumentó la represión. Fidel Castro, que ya había sido candidato parlamentario por el Partido Ortodoxo, encabezó el asalto al cuartel de Moncada, la segunda guarnición militar ubicada en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. Este hecho marcaría el comienzo de una vasta insurrección popular, cuyo principal objetivo era la caída de la dictadura, pero el fracaso de la empresa disminuyó el número de los rebeldes. Pese a ello, el aumento de la represión aisló todavía más a Batista y sus seguidores. En 1954 Batista fue designado presidente en unas elecciones autoconvocadas y sin competencia, que abrieron un paréntesis de distensión en la vida política, que entre otros resultados permitió la salida de Castro de la cárcel y su partida al exilio mexicano. El abandono del populismo por Batista aumentó el malestar entre la población y el incremento de la conflictividad política y de la represión. Las elecciones de 1958, en plena guerra civil, no solucionaron absolutamente nada. El candidato oficialista, Andrés Rivera Agüero, ni siquiera fue reconocido por Washington. En su exilio mexicano, Castro organizó una pequeña expedición que penetró en Cuba tras el desembarco del yate Gramma en noviembre de 1956. Castro y su Movimiento 26 de julio (M-26) crearon un foco guerrillero en Sierra Maestra, provincia de Oriente, que al poco tiempo se convirtió en el Ejército Rebelde. El M-26 era un desprendimiento del ala izquierda del Partido Ortodoxo, con una ideología igualitaria, socializante, nacionalista y antinorteamericana. La oposición urbana se endureció y en algunos casos se desarrollaron acciones armadas en las ciudades. La represión contra los activistas antidictatoriales creció y la espiral acción-represión no dejó de aumentar, dando lugar a un clima de gran agobio en la población. A partir de 1957 la guerrilla castrista logró una cierta entidad, pero no logró impulsar la insurrección. La huelga general lanzada por Castro fracasó, ante la indiferencia de la población y la falta de apoyo de los sindicatos oficialistas y de los comunistas (en ese momento el Partido Comunista, que actuaba como Partido Socialista Popular -PSP-, rechazaba la táctica insurreccional de los seguidores de Castro). Lentamente la guerrilla salió de su aislamiento y comenzó una ofensiva en los llanos (quema de cañaverales, destrucción de cosechas, etc.). La apertura de dos nuevos frentes guerrilleros, a cargo de Raúl Castro y Juan Almeida, y la coordinación de las acciones militares por parte de Camilo Cienfuegos y del Che Guevara, consolidaron el avance revolucionario. La integración de los militantes del PSP en el M-26 permitió un aumento de la agitación urbana. Gracias a su mayor protagonismo, los comunistas ocuparon puestos claves en el M-26 y en poco tiempo su control se extendió al Ejército Rebelde, lo cual explicaría el rápido giro prosoviético de la revolución tras la conquista del poder. La coalición anti-Batista se consolidó con la firma del Pacto de Caracas, en julio de 1958, que aceleró el desmoronamiento del régimen. La dictadura perdió el apoyo de Washington, que desde abril no le proveía más armamentos. En agosto de 1958 comenzó la ofensiva final y el 1 de enero de 1959 los seguidores de Castro tomaron La Habana, en medio del delirio popular y bajo las banderas de la moralización, del nacionalismo y del antiimperialismo. Castro y el M-26 gozaban de un amplio respaldo popular, que les permitió controlar totalmente la situación e impulsar un profundo proceso de transformaciones políticas, sociales y económicas. La toma de La Habana fue el comienzo de un proceso revolucionario caracterizado por la presencia de un régimen autoritario de un fuerte contenido personalista, marcado por el liderazgo y el carisma de Fidel Castro; el antiimperialismo y el nacionalismo a ultranza que acompañó el discurso revolucionario hasta nuestros días (Patria o muerte es la principal consigna del régimen); la adopción del marxismo-leninismo, y la integración en el bloque soviético y la puesta en marcha de políticas igualitarias en un intento de construir el socialismo, objetivo éste del que todavía no se ha renunciado pese al desmoronamiento del bloque del Este y al retiro de la masiva ayuda soviética.


El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, que derribó a Carlos Prío Socarrás (1948-1952) e impuso la dictadura de Fulgencio Batista, fue el germen sobre el que habría de tener lugar la Revolución Cubana. A partir de estos acontecimientos, el descontento del pueblo cubano fue en aumento y no concluyó hasta el triunfo definitivo de los revolucionarios. El 26 de julio de 1953, con el asalto al cuartel de Moncada, comenzó la insurrección contra la dictadura de Batista. El ataque, dirigido por Fidel Castro al mando de unos 200 hombres, fracasó y su jefe fue condenado a 15 años de prisión en la isla de Pinos (renombrada en 1978 como isla de la Juventud). Amnistiado en 1955, Castro se exilió en México, creó el Movimiento 26 de Julio, reorganizó a los insurgentes y entró en contacto con el revolucionario argentino Ernesto Che Guevara.
En diciembre de 1956, a bordo del yate Granma, Castro desembarcó en la playa de las Coloradas, situada en la ensenada del Turquino (en el extremo suroccidental de Cuba), y se adentró en sierra Maestra. Allí recibió el apoyo de buena parte del campesinado y comenzó una guerra contra el gobierno que duró dos años. La isla estaba, en este periodo, completamente entregada al capitalismo estadounidense, que controlaba el 90% de las minas y de las haciendas, el 40% de la industria azucarera, el 80% de los servicios públicos y el 50% de los ferrocarriles y de la industria petrolera.
A fines de 1958, la guerrilla asentada en su base principal de sierra Maestra, así como el denominado II Frente Oriental, había acabado prácticamente con la resistencia del Ejército de Batista. El 8 de enero de 1959, Castro entró en La Habana, de donde ya había huido el dictador Batista a Santo Domingo, y se designó presidente a Manuel Urrutia Lleó, aunque el poder efectivo estaba en manos del principal dirigente revolucionario, que pronto se convirtió en primer ministro. En julio de 1959, Urrutia, descontento por la negativa de Castro a celebrar elecciones, fue sustituido por Oswaldo Dorticós. El nuevo gobierno adoptó medidas radicales: Ley de Reforma Agraria, que entregaba la tierra a los campesinos, creación de un Ejército nacional y alfabetización de la población.
En 1961, fracasó el desembarco de bahía de Cochinos, un intento de invasión de la isla organizado por la agencia estadounidense CIA, y Cuba pasó a convertirse progresivamente en un Estado socialista cada vez más vinculado con la otra superpotencia: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En 1962, los soviéticos instalaron rampas de misiles en la isla, las cuales, ante el bloqueo dictado por el presidente John Fitzgerald Kennedy, fueron finalmente desmanteladas, resolviéndose de este modo la gravísima vicisitud internacional planteada entre Estados Unidos y la URSS que pasó a ser conocida como crisis de los misiles. En 1965, en sustitución del Partido Unido de la Revolución Socialista, se constituyó el Partido Comunista de Cuba, de carácter marxista-leninista, con Castro como secretario general. Como cabeza de la revolución comunista en el Tercer Mundo, Cuba intervino militarmente en diferentes conflictos: Angola, Congo, Guinea-Bissau, Somalia, Etiopía, Mozambique y Yemen del Norte.
(1928-1967), Revolucionario y líder político latinoamericano, cuya negativa a adherirse tanto al capitalismo como al comunismo ortodoxo le convirtió en un héroe de los nuevos grupos izquierdistas que surgieron en la década de 1960. Ernesto Guevara (Che es el sobrenombre por el que pasó a ser conocido) nació en el seno de una familia de clase media de Rosario (Argentina) y obtuvo el Doctorado en Medicina por la Universidad de Buenos Aires en 1953. Convencido de que la revolución era la única solución posible para acabar con las injusticias sociales existentes en Latinoamérica, en 1954 marchó a México, donde se unió al Movimiento 26 de Julio, grupo integrado por revolucionarios cubanos exiliados a las órdenes de Fidel Castro. A finales de la década de 1950, jugó un importante papel en la lucha de guerrillas iniciada por Castro contra el dictador cubano Fulgencio Batista. Cuando Castro llegó al poder en 1959 tras el triunfo de la Revolución Cubana, Guevara fue nombrado ministro de Industria (1961-1965). Opuesto enérgicamente a la influencia estadounidense en el Tercer Mundo, su presencia fue decisiva en la configuración del régimen de Castro y en el acercamiento del régimen cubano al bloque comunista, abandonando los tradicionales lazos que habían unido a Cuba con Estados Unidos. Guevara escribió Relatos de la guerra revolucionaria en Cuba (1961) y Diario de campaña en Bolivia (1968), dos libros sobre la lucha guerrillera en los que defendió los movimientos revolucionarios de base campesina en los países en vías de desarrollo. Desapareció de Cuba en 1965, reapareciendo al año siguiente en Bolivia, como líder de los campesinos y mineros bolivianos contrarios al gobierno militar. Fue capturado por el Ejército boliviano y fusilado cerca de Vallegrande el 9 de octubre de 1967.
Nacido el 13 de agosto de 1927 en Mayarí, hijo natural de un inmigrante español, plantador de azúcar, Castro se afilió al Partido del Pueblo Cubano en 1947, y se doctoró en leyes por la Universidad de La Habana en 1950. Después de que Fulgencio Batista se hiciera con el control del gobierno cubano en 1952 y estableciera una dictadura en el país, Castro se convirtió en el líder del grupo Movimiento, una facción antigubernamental clandestina cuyas acciones culminaron con el asalto al cuartel de Moncada (en Santiago de Cuba) el día 26 de julio de 1953, hecho por el cual fue encarcelado. En el juicio subsiguiente se hizo cargo de su propia defensa, cuyo alegato se manifestó por medio de un discurso (La historia me absolverá) que, más tarde, se convertiría en una importante consigna política para los revolucionarios.
Condenado a 15 años de prisión, fue amnistiado en 1955, y se exilió sucesivamente en Estados Unidos y México, donde fundó el Movimiento 26 de Julio. El 2 de diciembre de 1956, regresó a Cuba con una fuerza de 82 hombres, de los cuales 70 murieron en combate nada más desembarcar desde el barco Granma en la playa de las Coloradas, en el extremo suroccidental de la isla. Castro, su hermano Raúl y Ernesto Che Guevara se encontraban entre los 12 supervivientes. Con su base principal en sierra Maestra, donde habían conseguido internarse los revolucionarios dirigidos por Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio fue ganando apoyo popular, principalmente en los ámbitos estudiantiles (Directorio 13 de Marzo), y en diciembre de 1958, con respaldo del Partido Popular Socialista, avanzó hacia La Habana, ciudad de la cual hubo de huir Batista el 1 de enero de 1959 y en la que entró el propio Castro siete días después, acto que pondría colofón al definitivo triunfo de la Revolución Cubana. Castro se declaró a sí mismo primer ministro en febrero de 1959, cargo que ostentó hasta 1976, en que asumió la presidencia del Consejo de Estado, que según la nueva Constitución de diciembre de ese año englobaba la jefatura del Estado y del gobierno.
Fracasado su intento de establecer relaciones diplomáticas o comerciales con Estados Unidos, negoció acuerdos sobre armamento, créditos y alimentos con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y llevó a cabo la depuración de sus rivales políticos. Nacionalizó los recursos cubanos, afrontó una profunda reforma agraria basada en la colectivización de propiedades y estableció un Estado socialista de partido único (el Partido Unido de la Revolución Socialista, que en 1965 pasaría a denominarse Partido Comunista Cubano y cuya secretaría general asumiría el propio Castro), que llevó a un gran número de cubanos ricos al exilio. Estados Unidos vio con disgusto cómo el nuevo régimen embargaba las empresas de titularidad estadounidense, y en 1960 anuló los acuerdos comerciales que mantenía, a lo que Castro respondió en septiembre de ese año con la Primera declaración de La Habana, reafirmando la soberanía cubana frente al imperialismo estadounidense. Un grupo de exiliados cubanos recibió el respaldo del gobierno de Estados Unidos, en un infructuoso intento por derrocarlo que tuvo lugar en abril de 1961 y pasó a ser conocido como el desembarco de bahía de Cochinos.
Desde ese momento, Castro se alineó abiertamente con la URSS, dependiendo cada vez más de su ayuda económica y militar. En 1962, estuvo a punto de producirse una guerra nuclear, cuando la URSS situó en Cuba cabezas nucleares de alcance medio, ante la oposición estadounidense. La llamada crisis de los misiles de Cuba concluyó tras la celebración de negociaciones entre el presidente estadounidense, John Fitzgerald Kennedy, y el máximo dirigente soviético, Nikita Jruschov.
Durante las siguientes décadas, Castro alcanzó gran reconocimiento entre los países miembros del Tercer Mundo, gracias a su liderazgo de la Organización de Países No-Alineados (que presidió desde 1979 hasta 1981). A finales de la década de 1980, cuando la URSS inició sus procesos de glasnost (en ruso, ‘apertura’) y perestroika (en ruso, ‘reestructuración’), bajo el gobierno de Mijaíl Gorbachov, Castro mantuvo la aplicación del régimen marxista-leninista que había instaurado a principios de la década de 1960. Sin embargo, con el inicio del proceso de desintegración de la URSS y del COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica) en 1990, los problemas económicos de Cuba empeoraron. En 1993, en un intento por alcanzar una economía mixta, Castro aprobó reformas económicas limitadas que legalizaron algunas empresas privadas.
En 1996, el Congreso de Estados Unidos aprobó la denominada Ley Helms-Burton, que articulaba legalmente el boicoteo económico a Cuba, al pretender penalizar a las empresas que mantuvieran relaciones comerciales con otras radicadas en la isla. Por su parte, la Unión Europea (UE), en clara oposición, presentó una serie de medidas aprobadas por los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros para neutralizar los efectos de la Ley Helms-Burton.
Durante su intervención en el V Congreso del Partido Comunista Cubano (octubre de 1997), Castro reafirmó la idea de que Cuba no se dirigiría hacia el capitalismo, lamentando las aperturas que su gobierno hubo de consentir debido a la caída de los principales regímenes comunistas. En febrero de 1998, poco después de una visita histórica del papa Juan Pablo II a la isla, resultó reelegido nuevamente por la Asamblea Nacional del Poder Popular como presidente de la República, por otro mandato de cinco años. El socialismo y las conquistas de la revolución, cada vez más acosadas por las amenazas y el bloqueo estadounidenses, permanecieron como referencias ineludibles del propio Castro en su discurso de clausura de la constitución de la cámara que le había elegido, en el cual volvió a reiterar que no habría transición al capitalismo en Cuba. De otro lado, el gobierno del presidente estadounidense Bill Clinton decidió, a finales de marzo, suavizar su embargo sobre la isla.
El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista, quien ya había gobernado Cuba entre 1934 y 1944, desencadena un golpe militar, que derriba al gobierno de Carlos Prío Socarrás, que aunque corrupto, seguía el cauce de la democracia representativa. Así, Batista invalida las elecciones que se avecinaban, donde debía resultar claro ganador el Partido del Pueblo Cubano. Un joven abogado se opone al golpe militar: Fidel Castro. Convencido de que el golpe priva de toda posibilidad a la lucha política, Fidel crea, junto a Abel Santamaría y otros, una organización clandestina de jóvenes estudiantes y trabajadores, muchos de ellos provenientes de las filas del Partido del Pueblo Cubano e intenta el asalto al el 26 de julio de 1953, en la ciudad de Santiago de Cuba, y al cuartel de Bayamo, ambos en la parte oriental de la isla de Cuba.
Aunque el asalto fracasó, y muchos de los involucrados, como Abel Santamaría fueron asesinados por la represión de la dictadura de Batista, Fidel Castro, su hermano Raúl, Francisco Medina y otros lograron, aunque prisioneros, sobrevivir. Enfrentados a un tribunal, Fidel pronuncia su alegato de defensa "La Historia me Absolverá", donde plantea el Programa del Moncada, integrado por las medidas sociales y económicas que hubieran tomado los revolucionarios de haber tenido éxito en ese momento.
Tras dos años de prisión en la Isla de Pinos, Fidel y sus compañeros son amnistiados por el régimen Batistiano, merced a la presión popular y al movimiento jesuita. Al comprobar la imposibilidad de la lucha política pacífica, Fidel se dirige a México, desde donde también visita Estados Unidos, organizando la expedición del yate Granma, a la que suman entre otros, Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos. Ya antes de partir de Cuba se había creado, formalmente, el Movimiento 26 de Julio, M - 26 - 7.
En el exilio, este movimiento firma pactos con otras fuerzas que propugnan la lucha armada como única vía para acabar con la dictadura: El Directorio Revolucionario, liderado por José Antonio Hechevarría, y compuesto por jóvenes estudiantes de la Universidad de La Habana, y grupos del oriente del país liderados por Frank País.
El 2 de diciembre de 1956 desembarca el Granma en las costas orientales de Cuba, aunque con retraso, lo cual provoca que el alzamiento coordinado con Frank País, en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956, no cumpla totalmente sus objetivos de distraer a las tropas de Batista.
Perseguidos los expedicionarios, sufren una derrota inicial en Alegría de Pío que causa la dispersión de los 82 combatientes, de los que solo llegan a la cordillera de la Sierra Maestra unos veinte. Sin embargo, en enero de 1957 la guerrilla realiza su primeras acciones guerrilleras (El Comabte de La Plata), con pleno éxito.
Durante todo el año 1957 la guerrilla crece y se fortalece, a pesar de las acciones ofensivas del ejército enemigo, expandiéndose a todo el territorio oriental a través de nuevas columnas guerrilleras y frentes, al mismo tiempo que crece también el combate en las ciudades, llevado a cabo principalmente por los estudiantes. Así mismo se incrementa la represión de la dictadura, que cuenta con el pleno apoyo de Estados Unidos. Destacables en este año son:
El Asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo, por el Directorio Revolucionario.
El Combate de El Uvero, 28 de mayo de 1957, que marca la mayoría de edad de la guerrilla.
La creación de la segunda columna del Ejército Rebelde, la 4, comandada por el Che Guevara
La creación del II y III Frentes Orientales "Frank País", liderado por Raúl Castro y Juan Almeida, respectivamente.
El asesinato de Frank País, el 30 de julio de 1957.
El alzamiento del 5 de septiembre, en la base naval de Cienfuegos: Marinos y luchadores clandestinos toman la ciudad por varias horas, destruyendo el mito de la unidad monolítica del ejército del régimen y resistiendo hasta que la mayoría cae combatiendo.
En 1958, se convoca a la Huelga General Revolucionaria del 9 de abril, que mal planificada, es sofocada por el gobierno, que, semanas después, convencido de la debilidad de las fuerzas revolucionarias, inicia una ofensiva general en la Sierra Maestra para destruir a las guerrillas.
La ofensiva es derrotada en memorables batallas como la de El Jigue y Santo Domingo, donde Fidel Castro, haciendo gala de una extraordinaria estrategia y táctica guerrilleras, logra cerca, destruir y rendir, a varios batallones del ejército enemigo. Derrotada la ofensiva y con las armas capturadas, se crean varias columnas guerrilleras más, dos de ellas, comandadas por Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, realizan la invasión al occidente del país. Parten de la Sierra Maestra en Agosto del 1958, y llegan al centro de la isla en Octubre, habiendo atravesado más de 400 kilómetros, llenos de soldados enemigos que cuentan con todos los medios materiales necesarios.
Una vez en el centro de la isla, estas columnas, tras reunificar a las fuerzas guerrilleras del Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular, comienzan una campaña donde toman todos los poblados, destruyendo importantes fuerzas enemigas. En el oriente, entretanto, las fuerzas rebeldes cercan las principales ciudades.Para fines de diciembre de 1958, la moral combativa del ejército del gobierno es muy baja. La Embajada de EEUU comienza a buscar vías para evitar el triunfo rebelde. Aunque se realizan elecciones en noviembre de 1958, nadie reconoce sus resultados. El 31 de diciembre, cuando las tropas del Che Guevara prácticamente ya han tomado la ciudad de Santa Clara, llave del centro de la isla, y las tropas de Fidel y Raúl se preparan para tomar la Ciudad de Santiago de Cuba, Batista huye hacia Santo Domingo con un numeroso séquito de seguidores. La Embajada de EEUU trata de organizar una junta militar, maniobra denunciada por Fidel Castro que llama a la huelga general y orienta a sus comandantes Che Guevara y Camilo Cienfuegos avanzar hacia La Habana y tomar las instalaciones militares de la capital, hecho que se produce el 2 de enero de 1959. A partir de entonces, históricamente, se toma como fecha del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959.
Ernesto Che Guevara
Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental
Abril de 1967
Publicado por primera vez en La Habana - Cuba, en abril de 1967. Texto digitalizado aparece aquí por cortesí de la Biblioteca de Textos Marxistas en Internet.Recodificado para el MIA por Juan R. Fajardo.
Crear dos, tres... muchos Vietnam, es la consigna.Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.José Martí
Ya se han cumplido ventiún años desde el fin de la última conflagración mundial y diversas publicaciones, en infinidad de lenguas, celebran el acontecimiento simbolizado en la derrota del Japón. Hay un clima de aparente optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el mundo se divide.
Ventiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos de esa paz por la que todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo) cabe preguntarse si ella es real.
No es la intención de estas notas historiar los diversos conflictos de carácter local que se han sucedido desde la rendición del Japón, no es tampoco nuestra tarea hacer un recuento, numeroso y creciente, de luchas civiles ocurridas durante estos años de pretendida paz.
Bástenos poner como ejemplos contra el desmedido optimismo las guerras de Corea y Vietnam.
En la primera, tras años de lucha feroz, la parte norte del país quedó sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la guerra moderna; acribillada de bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales; sin ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes. En esta guerra intervinieron, bajo la fementida bandera de las Naciones Unidas, decenas de países conducidos militarmente por los Estados Unidos, con la participación masiva de soldados de esa nacionalidad u el uso, como carne de cañón, de la población sudcoreana enrolada.
En el otro bando, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la República Popular China contaron con el abastecimiento y asesoría del aparato militar soviético. Por parte de los norteamericanos se hicieron toda clase de pruebas de armas de destrucción, excluyendo las termonucleares pero incluyendo las bacteriológicas y químicas, en escala limitada. En Vietnam, se han sucedido acciones bélicas, sostenidas por las fuerzas patrióticas de ese país casi ininterrumpidamente contra tres potencias imperialistas: Japón, cuyo poderío sufriera una caída vertical a partir de las bombas de Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recupera de aquel país vencido sus colonias indochinas e ignoraba las promesas hechas en momentos difíciles; y los Estados Unidos, en esta última fase de la contienda.
Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aun cuando en el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de liberación y cuartelazos, hasta que la Revolución cubana diera su clarinada de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las iras imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón, primero, y durante la Crisis de Octubre, después.
Este último incidente pudo haber provocado una guerra de incalculables proporciones, al producirse, en torno a Cuba, el choque de norteamericanos y soviéticos.
Pero, evidentemente, el foco de las contradicciones, en este momentos, está radicado en los territorios de la península indochina y los países aledaños. Laos y Vietnam son sacudidos por guerras civiles, que dejan de ser tales al hacerse presente, con todo su poderío, el imperialismo norteamericano, y toda la zona se convierte en una peligrosa espoleta presta a detonar. En Vietnam la confrontación ha adquirido características de una agudeza extrema. Tampoco es nuestra intención historiar esta guerra. Simplemente, señalaremos algunos hitos de recuerdo.
En 1954, tras la derrota aniquilante de Dien-Bien-Phu, se firmaron los acuerdos de Ginebra, que dividían al país en dos zonas y estipulaban la realización de elecciones en un plazo de 18 meses para determinar quienes debían gobernar a Vietnam y cómo se reunificaría el país. Los norteamericanos no firmaron dicho documento, comenzando las maniobras para sustituir al emperador Bao Dai, títere francés, por un hombre adecuado a sus intenciones. Este resultó ser Ngo Din Diem, cuyo trágico fin es conocido de todos.
En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el campo de las fuerzas populares. Se desmantelaron reductos de lucha antifrancesa en el sur del país y se esperó el cumplimiento de lo pactado. Pero pronto comprendieron los patriotas que no habría elecciones a menos que los Estados Unidos se sintieran capaces de imponer su voluntad en las urnas, cosa que no podía ocurrir, aun utilizando todos los métodos de fraude conocidos.
Nuevamente se iniciaron las luchas en el sur del país y fueron adquiriendo mayor intensidad hasta llegar al momento actual, en que el ejército norteamericano se compone de casi medio millón de invasores, mientras las fuerzas títeres disminuyen su número, y sobre todo, han perdido totalmente la combatividad.
Hace cerca de dos años que los norteamericanos comenzaron el bombardeo sistemático de la República Democrática de Vietnam en un intento más de frenar la combatividad del sur y obligar a una conferencia desde posiciones de fuerza. Al principio los bombardeos fueron más o menos aislados y se revestían de la máscara de represalias por supuestas provocaciones del norte. Después aumentaron en intensidad y método, hasta convertirse en una gigantesca batida llevada a cabo por unidades aéreas de los Estados Unidos, día a día, con el propósito de destruir todo vestigio de civilización en la zona norte del país. Es un episodio de la tristemente célebre escalada. Las aspiraciones materiales del mundo yanqui se han cumplido en buena parte a pesar de la denodada defensa de las unidades antiaéreas vietnamitas, de los más de 1,700 aviones derribados y de la ayuda del campo socialista en material de guerra.
Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o la victoria.
Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad.
El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartido por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, así, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista.
Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el Vietnam, haciendo equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna? Y ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese pueblo! Y qué lección para el mundo entraña esa lucha.
Hasta dentro de mucho tiempo no sabremos si el presidente Johnson pensaba en serio iniciar algunas de las reformas necesarias a un pueblo para limar aristas de las contradicciones de clase que asoman con fuerza explosiva y cada vez más frecuentemente. Lo cierto es que las mejoras anunciadas bajo el pomposo título de lucha por la gran sociedad han caído en el sumidero de Vietnam.
El más grande de los poderes imperialistas siente en sus entrañas el desangramiento provocado por un país pobre y atrasado y su fabulosa economía se resiente del esfuerzo de guerra. Matar deja de ser el más cómodo negocio de los monopolios. Armas de contención, y no en número suficiente, es todo lo que tienen estos soldados maravillosos, además del amor a su patria, a su sociedad y un valor a toda prueba. Pero el imperialismo se empantana en Vietnam, no halla camino de salida y busca desesperadamente alguno que le permita sortear con dignidad este peligroso trance en que se ve. Mas los "cuatro puntos" del norte y "los cinco" del sur lo atenazan, haciendo aún más decidida la confrontación.
Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la que se ha dado tal nombre, sólo porque no se ha producido ninguna conflagración de carácter mundial, está otra vez en peligro de romperse ante cualquier paso irreversible e inaceptable, dado por los norteamericanos. Y, a nosotros, explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos de tres continentes observan y aprenden su lección en Vietnam. Ya que, con la amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la humanidad, no temer la guerra es la respuesta justa. Atacar dura e ininterrumpidamente en cada punto de confrontación, debe ser la táctica general de los pueblos. Pero, en los lugares en que esta mísera paz que sufrimos no ha sido rota, ¿cuál será nuestra tarea? Liberarnos a cualquier precio.
El panorama del mundo muestra una gran complejidad. La tarea de la liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero tan débiles que no pueden seguir ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar esa ruta. Ahí las contradicciones alcanzarán en los próximos años carácter explosivo, pero sus problemas y, por ende, la solución de los mismos son diferentes a las de nuestros pueblos dependientes y atrasados económicamente.
El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres continentes atrasados, América, Asia y África. Cada país tiene características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las presentan.
América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi totalidad de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos mantienen una primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de los casos, débiles y medrosos, no pueden imponerse a las órdenes del amo yanqui. Los norteamericanos han llegado casi al máximo de su dominación política y económica, poco más podrían avanzar ya. Cualquier cambio de la situación podría convertirse en un retroceso en su primacía. Su política es mantenerlo conquistado. La línea de acción se reduce en el momento actual, al uso brutal de la fuerza para impedir movimientos de liberación de cualquier tipo que sean.
Bajo el slogan, "no permitiremos otra Cuba", se encubre la posibilidad de agresiones a mansalva, como la perpetrada contra Santo Domingo o, anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus intereses. Esa política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es una máscara cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico; los ejércitos de todos los países de América están listos a intervenir para aplastar a sus pueblos. Se ha formado, de hecho, la internacional del crimen y la traición.
Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo y solo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución.
Asia es un continente de características diferentes. Las luchas de liberación contra una serie de poderes coloniales europeos, dieron por resultado el establecimiento de gobiernos más o menos progresistas, cuya evolución posterior ha sido, en algunos casos, de profundización de los objetivos primarios de la liberación nacional y en otros de reversión hacia posiciones proimperialistas.
Dado el punto de vista económico, Estados Unidos tenía poco que perder y mucho que ganar en Asia. Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar a otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el campo económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.
Pero existen condiciones políticas especiales, sobre todo en la península indochina, que le dan características de capital importancia al Asia y juegan un papel importante en la estrategia militar global del imperialismo norteamericano. Este ejerce un cerco a China a través de Corea del Sur, Japón, Taiwan, Vietnam del Sur y Tailandia, por lo menos.
Esa doble situación: un interés estratégico tan importante como el cerco militar a la República Popular China y la ambición de sus capitales por penetrar esos grandes mercados que todavía no dominan, hacen que el Asia sea uno de los lugares más explosivos del mundo actual, a pesar de la aparente estabilidad fuera del área vietnamita.
Perteneciendo geográficamente a este continente, pero con sus propias contradicciones, el Oriente Medio está en plena ebullición, sin que se pueda prever hasta dónde llegará esa guerra fría entre Israel, respaldada por los imperialistas, y los países progresistas de la zona. Es otro de los volcanes amenazadores del mundo.
El África ofrece las características de ser un campo casi virgen para la invasión neocolonial. Se han producido cambios que, en alguna medida, obligaron a los poderes neocoloniales a ceder sus antiguas prerrogativas de carácter absoluto. Pero, cuando los procesos se llevan a cabo ininterrumpidamente, al colonialismo sucede, sin violencia, un neocolonialismo de iguales efectos en cuanto a la dominación económica se refiere. Estados Unidos no tenía colonias en esta región y ahora lucha por penetrar en los antiguos cotos cerrados de sus socios. Se puede asegurar que África constituye, en los planes estratégicos del imperialismo norteamericano su reservorio a largo plazo; sus inversiones actuales sólo tienen importancia en la Unión Sudafricana y comienza su penetración en el Congo, Nigeria y otros países, donde se inicia una violenta competencia (con carácter pacífico hasta ahora) con otros poderes imperialistas.
No tiene todavía grandes intereses que defender salvo su pretendido derecho a intervenir en cada lugar del globo en que sus monopolios olfateen buenas ganancias o la existencia de grandes reservas de materias primas. Todos estos antecedentes hacen lícito el planteamiento interrogante sobre las posibilidades de liberación de los pueblos a corto o mediano plazo.
Si analizamos el África veremos que se lucha con alguna intensidad en las colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola, con particular éxito en la primera y con éxito variable en las dos restantes. Que todavía se asiste a la lucha entre sucesores de Lumumba y los viejos cómplices de Tshombe en el Congo, lucha que, en el momento actual, parece inclinarse a favor de los últimos, los que han "pacificado" en su propio provecho una gran parte del país, aunque la guerra se mantenga latente.
En Rhodesia el problema es diferente: el imperialismo británico utilizó todos los mecanismos a su alcance para entregar el poder a la minoría blanca que lo detenta actualmente. El conflicto, desde el punto de vista de Inglaterra, es absolutamente antioficial, sólo que esta potencia, con su habitual habilidad diplomática presenta una fachada de disgustos ante las medidas tomadas por el gobierno de Ian Smith, y es apoyada en su taimada actitud por algunos de los países del Commonwealth que la siguen, y atacada por una buena parte de los países del África Negra, sean o no dóciles vasallos económicos del imperialismo inglés.
En Rhodesia la situación puede tornarse sumamente explosiva si cristalizaran los esfuerzos de los patriotas negros para alzarse en armas y este movimiento fuera apoyado efectivamente por las naciones africanas vecinas. Pero por ahora todos sus problemas se ventilan en organismos tan inicuos como la ONU, el Commonwealth o la OUA.
Sin embargo, la evolución política y social del África no hace prever una situación revolucionaria continental. Las luchas de liberación contra los portugueses deben terminar victoriosamente, pero Portugal no significa nada en la nómina imperialista. Las confrontaciones de importancia revolucionaria son las que ponen en jaque a todo el aparato imperialista, aunque no por eso dejemos de luchar por la liberación de las tres colonias portuguesas y por la profundización de sus revoluciones.
Cuando las masa negras de Sudáfrica o Rhodesia inicien su auténtica lucha revolucionaria, se habrá iniciado una nueva época en el África.
Ernesto

Chile. 1973

ÚLTIMAS PALABRAS DE SALVADOR ALLENDE
Discurso de despedida del 11 de septiembre de 1973, horas antes de morir en el golpe de estado realizado por Augusto Pinochet.

"...Pagaré con mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra, roto la doctrina de las Fuerzas Armadas.
El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.
Una palabra para aquellos que llamándose demócratas han estado instigando esta sublevación, para aquellos que diciéndose representantes del pueblo, han estado turbia y torpemente actuando para hacer posible este paso que coloca a Chile en el despeñadero.
En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Ésta es una etapa que será superada, éste es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de ustedes. En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con este ejemplo, para señalar que en este país hay hombres que saben cumplir con las obligaciones que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por la voluntad consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo.
Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron.
Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares, al almirante Merino. El general Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser cegada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia que empeño su palabra en que respetaría la constitución y la ley, y así lo hizo. Es este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes. Espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctima del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra: a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de su preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días están trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas de una sociedad capitalista.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha; me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa; me seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!
Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición."

SALVADOR ALLENDE: Discurso de despedida, 11 de septiembre de 1973, horas antes de morir en el golpe de estado de Pinochet

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Revolución Cubana. trabajo de Alvarez, Giglio y Maurer

INTRODUCCIÓN
La Revolución Cubana fue un hecho histórico que no sólo marcó al pueblo de cuba, sino a toda Latinoamérica y el mundo. Sus principales exponentes, Fidel Castro, el Che Guevara, entre otros, han sido personajes que siempre vivirán en el recuerdo de todo el mundo. Se llevó a cabo después de numerosos combates entre el ejército de Batista y el de los revolucionarios de Fidel Castro, dando la victoria a este último, en enero de 1959, cuando Fidel llegó a la Habana y se nombró Primer Ministro.
CUBA ANTES DE LA REVOLUCIÓN
Hasta 1959, la historia de cuba es la de un solo y largo sometimiento colonial. Con el paso del dominio español al control político, económico y militar norteamericano a fines del siglo XIX, la opresión de tipo colonialista se atenúa en ciertos aspectos, transformándose primero en una especie de relación de “protectorado”.
En 1925 se funda el primer partido leninista de Cuba y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (C.N.O.C).
El 4 de Septiembre de 1933 Fulgencio Batista, antiguo sargento - taquígrafo ascendido a coronel durante la revolución antimachadista, instaló en el poder, mediante un golpe militar, a una Pentarquía, a la que siguió el gobierno de Grau San Martín. La revolución parecía haber alcanzado sus objetivos: Grau llevó a cabo una política socialista, mientras las centrales azucareras eran ocupadas masivamente por los obreros. Pero la falta de coordinación entre las diversas fuerzas que habían derrotado a Machado favoreció el éxito del golpe militar de Batista, convertido en el nuevo hombre de confianza de los Estados Unidos.
El país se encontraba bajo el entero control de Batista, quien derrocó al presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, que había sucedido al dictador Gerardo Machado y Morales a principios de ese mismo año. Durante el primer régimen del presidente Ramón Grau San Martín, Batista se convirtió en jefe supremo del Ejército y, como tal, se hizo con el control del gobierno cubano; en 1934 obligó a Grau a dimitir. En 1935 el 25% (1200000hab.) de la población era analfabeta, y la misma cifra correspondía a la población activa que se encontraba en una situación de paro permanente; a ello contribuyeron el decrecimiento de las inversiones estadounidenses y la reducción de la cuota de exportación de azúcar a los Estados Unidos. Tan solo un considerable desarrollo demográfico pudo compensar el cese de la inmigración y, en el año 1940, Cuba alcanzó una cifra de 4.778.583 habitantes.
La crisis solo fue superada por la prosperidad que se originó a raíz de la Segunda Guerra Mundial. La alianza mundial de los países socialistas y capitalistas contra las potencias del Eje repercutió en la política interna de Cuba. La suavización de las formas de gobierno se evidenció con la promulgación de la Constitución de 1940, y Batista, transformado en el portaestandarte del antifascismo, fue elegido presidente con el apoyo de los comunistas, encuadrados desde 1938 en el Partido Socialista Popular; en diciembre de 1941, Cuba declaró la guerra a las potencias del Eje.
En los años posteriores el movimiento obrero se extendió considerablemente. Los principales focos de oposición a Batista se localizaban en los sectores de clase media encuadrados en el Partido Revolucionario Auténtico, cuyo dirigente, Grau San Martín, triunfó en las elecciones de 1944. Batista aceptó su derrota, y sus partidarios fueron apartados de los altos cargos del ejército por Grau, que a partir de 1947 inició una política de represión contra el movimiento obrero comunista (dentro de ésta se halla el asesinato del líder azucarero Jesús Menéndez). Al mismo tiempo, la prosperidad azucarera acarreó una vuelta a la corrupción, contra la que lucho el Partido Ortodoxo, movimiento cívico de oposición, fundado en 1946 por Eduardo R. Chibás. La presidencia de Carlos Prío Socarrás, elegido en 1948, se caracterizó por un decisivo alineamiento con la política internacional de los Estados Unidos y el aumento de los vicios administrativos del período anterior. El suicidio de Chibás, ocurrido en agosto de 1951, provocó una campaña de protesta nacional, y sus repercusiones hicieron prever el éxito de los ortodoxos, apoyados por el PSP, en las próximas elecciones. Batista se anticipó a ellas mediante un golpe militar con el apoyo estadounidense (10 de marzo de 1952) e inició su último período de gobierno, instaurando un régimen dictatorial: la Constitución de 1940 fue suspendida, y los partidos políticos, disueltos. El 47% de las tierras cultivadas pertenecía a las grandes compañías estadounidenses, la tasa de analfabetismo alcanzaba un 23% de la población, y el constante crecimiento demográfico iba repercutiendo en un fuerte desempleo. La vanguardia de la oposición popular a Batista la constituían los universitarios de la Habana, en su mayoría influidos por la doctrina ortodoxa. Uno de ellos Fidel Castro, dirigió un ataque al cuartel de Moncada.
La situación que azotaba al pueblo cubano era insostenible, tanto las tasas de analfabetismo, como la baja en las exportaciones de azúcar; que culminarían con éxodos a gran escala. La extrema pobreza de sus campos debía convivir con la burguesía del azúcar y del tabaco, que en estos momentos, atravesaba un gran descenso en las ventas. ¿Tal vez éstas fueron algunas de las causas que impulsaron al pueblo a seguir a los revolucionarios? Tal vez sí, además de la casi ininterrumpida serie de 30 años de gobiernos autoritarios, y de la intensa explotación estadounidense del territorio cubano para turismo, prostitución y uso de casinos.
ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN CUBANA
La historia de la Revolución Cubana empieza mucho antes que se realizara, sus antecedentes directos comienzan con la Revolución Rusa.
La Revolución Rusa comienza a engendrarse luego de la Primera Guerra Mundial cuando la dinastía Romanoff (gobernante en Rusia) caía en su mayor desprestigio. En Marzo de 1917 durante la celebración del Día Internacional de la Mujer se produjo en Petrogrado (San Petesburgo) una gran protesta debido a la escasez terrible de alimentos que asolaba a la población, a la protesta de los civiles se unieron las tropas amotinadas, estos acontecimientos llevaron a la toma de poder por parte de algunos de los miembros de la Duma estatal, el Zar Nicolás II tuvo que abdicar.
La revolución Rusa trajo como consecuencias directas una oleada revolucionaria a escala mundial y se formaron Soviets en muchos lugares del mundo, inclusive en muchas plantaciones de tabaco en Cuba. También la Revolución inspiró a grandes movimientos estudiantiles revolucionarios muy importantes como los que estallaron en Pekin (Beijin) en 1919 y en Córdoba (Argentina) en 1918 y desde aquí se difundieron por toda América Latina generando líderes y partidos Marxistas revolucionarios locales.
El movimiento Leninista ejercía una gran atracción sobre los jóvenes del tercer mundo, sobre todo en aquellos que habían pertenecido a una elite, hay que recordar que Fidel Castro era hijo de un gran terrateniente cubano y su compañero de revolución Ernesto "Che" Guevara provenía de un familia de clase alta.
LA REVOLUCIÓN CUBANA
Comienzos de la Revolución
Fulgencio Batista, en mayo de 1952, toma el poder mediante y un golpe de estado. A más de 60 años de lucha por la independencia, era posible en aquella época, ya que se realizarían elecciones.
Una de las principales característica del gobierno de Batista fue su apoyo al los norteamericanos, cosa que provocó el total rechazo de la burguesía azucarera, ya que a raíz de esto se limitó la cosecha interna de azúcar, lo que impidió que se pudiese comerciar el producto con los países del bloque socialista, aceptando que los norteamericanos no adquiriesen las cuotas del producto pactadas históricamente.
Después de esto, Fidel Castro, quien era un abogado hijo de un terrateniente, pidió enjuiciar en los tribunales al dictador, por haber violado seis artículos pertenecientes al código de defensa social, cuando llegó al poder mediante un golpe de estado. Evidentemente, la demanda no se pudo consumar, por lo que Fidel Castro, entendió que la única manera de conseguir su cometido era por medio de la revolución.
Planeó un ataque a un importante depósito de armas situado en Santiago de Cuba, conocido como el Cuartel de Moncada, esto sucedió el 26 de julio de 1953. Este fue un fracaso, luego de acabar el enfrentamiento las tropas de Batista asesinaron a los guerrillero, siguiendo a esto el arresto de Fidel y algunos sobrevivientes, quienes tuvieron que dar parte a los tribunales, donde se quejó de pobreza del pueblo, la corrupción, la ostentosidad y el derroche de la oligarquía y la urgente necesidad de realizar cambios en los aspectos políticos, económicos, social y cultural, estas razones, argumentaron ellos, los obligó a actuar de esa forma. Como bien dice Castro “El asalto al cuartel de Moncada no significó el triunfo de la Revolución en ese instante, pero señaló el camino y trazó un programa de liberación nacional que abriría las puertas del socialismo”.
Fidel siguió en prisión, hasta que por mediación de un movimiento nacional y la amnistía contra prisiones políticos, salió libre y se exilió a México en 1955.



Organización de la guerrilla
En este momento empezó a organizarse el grupo de guerrilleros que desembocarían en la isla para así, deshacerse de Batista y tomar el poder. En este grupo de guerrilleros se encontraban hombres tales como Ernesto “Che” Guevara, quien fuese un médico de argentina, pero a la vez hábil guerrillero que soñó con revoluciones de orden político y social en toda Latinoamérica, con el fin de traer la igualdad a todos los países; se encontraba también el coronel Alberto Bayo, valiente combatiente que peleó en la guerra civil española en contra de Franco, entregándose a la instrucción militar del grupo. Estos guerrilleros entrenaron con la continua presión del FBI, la policía mexicana y agentes encubiertas que fueron enviados por Batista. El 25 de noviembre de 1956, se produce el desembarco de Granma, pero el 30 de noviembre se dieron cuenta de una sublevación en Santiago de Cuba, por lo que se fueron sin botines ni provisiones.
Llegan a las playas de las coloradas el 2 de diciembre, pero fueron vistos por un buque de guardacostas, con los que pelearon todo el día, y al mismo tiempo asesinaron a los guerrilleros las tropas que vigilaban la playa. De este ataque, vivirían sólo 12 hombres, aquí se inicia la lucha.
Ya en 1957, el 14 de enero, los guerrilleros cruzaron el cause de la Plata, para después empezar a organizar el grupo, en este momento, se unen los campesinos pobres al grupo rebelde. Luego, atacan un barracón de los hombres de Batista, donde consiguieron armas para ir a la invulnerable zon a de la Sierra Maestra.
El 14 de Enero de 1957, las tropas rebeldes habían cruzado el cause de la plata para luego comenzar a reorganizar al grupo, aquí se comenzaron a unir campesinos pobres al grupo rebelde. Posteriormente atacaron un barracón del ejército de batista, donde se rearmaron y fueron a la inexpugnable zona de la Sierra Maestra.
Ya que la burguesía azucarera del país y los ricos empresarios tuvieron disyuntivas con Batista, estos empezaron a financiar a los guerrilleros, así formando el Frente Cívico Revolucionario Democrático que se trazó una estrategia común, la cual consistía en por medio de la lucha armada, derrocar la dictadura de Batista, y a la vez, crear un gobierno provisional, y con este una constitución. Esta idea fue respaldada por los socialistas y comunistas.
En ese tiempo, el pueblo cubano pasaba por muchas precariedades, en las que se encuentra que un 43% de la población rural, trabajaba como temporeros y tan sólo un 9% de sus casas poseía energía eléctrica, así como el 2,3% tenía agua a nivel domiciliario, y el 83% no tenía la disponibilidad de ninguna instalación sanitaria, provocando plagas y enfermedades.
La Guerra en la Sierra Maestra
El 12 de julio de 1957, siendo respaldados por el pueblo, los guerrilleros asaltaron poblados y dejaron libreas a prisiones políticos locales. En este lugar se expresaron los primeros deseos de un gobierno liberal, demandando libertad de prensa y una recta constitución.
Los rebeldes se dividieron en dos lugares, el Llano y la Sierra, provocando un contraataque del ejército local de Batista, aniquilando no tan sólo a la guerrilla, sino también a los pobladores, consiguiendo que los guerrilleros retrocedieran, y obligándolos a que se refugiaran en la sierra, en abril de 1958.
Los hombres de Fidel atacaron poderosamente a los llanos del centro de Cuba, eliminando de esta manera el margen político-militar de este lugar durante 7 meses. El presidente atacó esta ofensiva de los guerrilleros mandando más de 10,000 hombres, luego de pasar 2 meses en la lucha, Batista perdió más de 1,000 hombres, agregándole 450 prisioneros, y entregándole a los rebeldes 600 armas. Ya en agosto del 1958, se retiraron de la Sierra, Camilo Cienfuegos, quien fuese un revolucionario, trasladó sus tropas a Pinar del río, y el Che llevó a las suyas a las Villas, ubicada en el centro de Cuba. En diciembre de ese mismo año, dos columnas del ejército de la guerrilla tomaron unos cuantos poblados en la zona de las Villas, partiendo el país en dos partes. El Che llevó a sus tropas a pelear a Santa Clara, capital de las villas.


Triunfa la Revolución
Batista deja el gobierno y se exilia en el extranjero el 1o de enero de 1959. Las columnas de los guerrilleros empiezan su marcha hacia la Habana. Se responde al llamado de huelga general, dictado por Fidel Castro, y el país es paralizado. Por otro lado, Cienfuegos había ocupado Campamento Columbia, símbolo de Batista; Ché estaba instalado en la fortaleza de La Cabana; Urrutia estaba en la capital con Humberto Sori Marin como ministro de Agricultura; Carlos Rafael Rodríguez, ministro del Interior; Julio Martínez Paez, ministro de Salud Publica; José Miro Cardona, primer ministro; Roberto Agramonte, ministro de Asuntos Exteriores, y Manuel Ray, ministro de Obras Publicas.
Castro llega a la Habana el 8 de enero y el 16 de ese mismo mes se nombra Primer Ministro, en sustitución del que nombrara Batista Manuel Urrutia.
DESEMBARQUE DE LA BAHÍA DE COCHINO
El 20 de abril de 1961 la fuerza invasora que, con el apoyo de Estados Unidos, había desembarcado 72 horas antes en Bahía de Cochinos, Cuba, fue completamente aplastada por el ejército cubano. Más de un centenar de invasores murieron, y los cubanos capturaron a otros 1.200, junto con importante material bélico.
Después de tres días de encarnizados combates, la invasión se convirtió en un completo fracaso y en un grave tropiezo diplomático para Estados Unidos, cuya intervención en los hechos resultó manifiesta. La fuerza invasora estaba compuesta por exiliados cubanos opuestos al régimen de Fidel Castro, y contó con el apoyo de la CIA; obligado por el curso de los hechos, el presidente norteamericano, John F. Kennedy, terminó por aprobar a regañadientes la operación, en cuyo éxito no confiaba.
El cuerpo invasor fue entrenado por la CIA que proporcionó también el armamento y el apoyo aéreo. Los dirigentes de la central de inteligencia norteamericana, ante los compromisos cada vez más estrechos entre Fidel Castro y la URSS, decidieron llevar rápidamente a la práctica un proyecto que mantenían en reserva desde hacía años. Luego, convencieron a los exiliados cubanos de que, apenas desembarcaran en la isla, se producida un levantamiento popular contra el dictador y se les uniría parte del ejército. Las previsiones de la CIA demostraron que el organismo desconocía en absoluto la realidad de la situación interna en Cuba.
Por otra parte, hay que cargar otro grave error en la cuenta de la CIA: dos días antes de que se produjera la invasión, aviones de la central de inteligencia bombardearon diversas instalaciones militares en la isla; esto obligó a Castro a decretar la movilización general, de manera que cuando los exiliados desembarcaron en playa Girón y playa Larga se encontraron con un ejército en pie de guerra, que desde el primer momento ofreció una durísima resistencia. El intento de los exiliados consistía en establecer una cabecera de puente, ampliarla y resistir un tiempo prudencial, el suficiente para nombrar un «gobierno rebelde» y reclamar oficialmente la ayuda de Estados Unidos.
La Unión Soviética censuró en la ONU el apoyo norteamericano a los invasores y amenazó con una intervención directa en Cuba. Se abría así un conflicto que amenazaba tener incalculables consecuencias internacionales. Numerosos gobiernos del bloque occidental criticaron a Washington.
El desastre sufrido por la diplomacia norteamericana repercutió sobre el prestigio del joven presidente.
Los prisioneros capturados en Bahía de Cochinos -a quienes el propio Fidel Castro prometió que sus vidas serán respetadas- fueron sometidos a interrogatorio en diversos cuarteles. Castro dijo confidencialmente esa misma tarde al periodista Carlos Franqui, director del diario Hoy en la Revolución, de La Habana, que estaba dispuesto a negociar con Estados Unidos y devolver a los prisioneros «a cambio de tractores, maquinaria y medicinas».




LÍDERES DE LA REVOLUCIÓN
Fidel Castro
(1927-) Político cubano, principal dirigente de la República desde 1959, artífice de la Revolución Cubana y uno de los más destacados líderes de Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX.
Primeras actividades políticas
Nacido el 13 de agosto de 1927, hijo natural de un inmigrante español, plantador de azúcar, Castro se afilió al Partido del Pueblo Cubano en 1947, y se doctoró en leyes por la Universidad de La Habana en 1950. Después de que Fulgencio Batista se hiciera con el control del gobierno cubano en 1952 y estableciera una dictadura en el país, Castro se convirtió en el líder del grupo Movimiento, una facción antigubernamental clandestina cuyas acciones culminaron con el asalto al cuartel de Moncada (en Santiago de Cuba) el día 26 de julio de 1953, hecho por el cual fue encarcelado. En el juicio subsiguiente se hizo cargo de su propia defensa, cuyo alegato se manifestó por medio de un discurso (La historia me absolverá) que, más tarde, se convertiría en una importante consigna política para los revolucionarios.
Condenado a 15 años de prisión, fue amnistiado en 1955, y se exilió sucesivamente en Estados Unidos y México, donde fundó el Movimiento 26 de Julio. El 2 de diciembre de 1956, regresó a Cuba con una fuerza de 82 hombres, de los cuales 70 murieron en combate nada más desembarcar desde el barco Granma en la playa de las Coloradas, en el extremo sur occidental de la isla. Castro, su hermano Raúl y Ernesto Che Guevara se encontraban entre los 12 supervivientes. Con su base principal en sierra Maestra, donde habían conseguido internarse los revolucionarios dirigidos por Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio fue ganando apoyo popular, principalmente en los ámbitos estudiantiles (Directorio 13 de Marzo), y en diciembre de 1958, con respaldo del Partido Popular Socialista, avanzó hacia La Habana, ciudad de la cual hubo de huir Batista el 1 de enero de 1959 y en la que entró el propio Castro siete días después, acto que pondría colofón al definitivo triunfo de la Revolución Cubana. Castro se declaró a sí mismo primer ministro en febrero de 1959, cargo que ostentó hasta 1976, en que asumió la presidencia del Consejo de Estado.
Ernesto “Ché” Guevara
(1928-1967), Revolucionario y líder político latinoamericano, cuya negativa a adherirse tanto al capitalismo como al comunismo ortodoxo le convirtió en un héroe de los nuevos grupos izquierdistas que surgieron en la década de 1960. Ernesto Guevara (Che es el sobrenombre por el que pasó a ser conocido) nació en el seno de una familia de clase media de Rosario (Argentina) y obtuvo el Doctorado en Medicina por la Universidad de Buenos Aires en 1953. Convencido de que la revolución era la única solución posible para acabar con las injusticias sociales existentes en Latinoamérica, en 1954 marchó a México, donde se unió al Movimiento 26 de Julio, grupo integrado por revolucionarios cubanos exiliados a las órdenes de Fidel Castro.
A finales de la década de 1950, jugó un importante papel en la lucha de guerrillas iniciada por Castro contra el dictador cubano Fulgencio Batista. Cuando Castro llegó al poder en 1959 tras el triunfo de la Revolución Cubana, Guevara fue nombrado ministro de Industria (1961-1965). Opuesto enérgicamente a la influencia estadounidense en el Tercer Mundo, su presencia fue decisiva en la configuración del régimen de Castro y en el acercamiento del régimen cubano al bloque comunista, abandonando los tradicionales lazos que habían unido a Cuba con Estados Unidos. Guevara escribió Relatos de la guerra revolucionaria en Cuba (1961) y Diario de campaña en Bolivia (1968), dos libros sobre la lucha guerrillera en los que defendió los movimientos revolucionarios de base campesina en los países en vías de desarrollo. Desapareció de Cuba en 1965, reapareciendo al año siguiente en Bolivia, como líder de los campesinos y mineros bolivianos contrarios al gobierno militar. Fue capturado por el Ejército boliviano y fusilado cerca de Vallegrande el 9 de octubre de 1967.





El nuevo régimen
Fracasado su intento de establecer relaciones diplomáticas o comerciales con Estados Unidos, negoció acuerdos sobre armamento, créditos y alimentos con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y llevó a cabo la depuración de sus rivales políticos. Nacionalizó los recursos cubanos, afrontó una profunda reforma agraria basada en la colectivización de propiedades y estableció un Estado socialista de partido único (el Partido Unido de la Revolución Socialista, que en 1965 pasaría a denominarse Partido Comunista Cubano y cuya secretaría general asumiría el propio Castro), que llevó a un gran número de cubanos ricos al exilio. Estados Unidos vio con disgusto cómo el nuevo régimen embargaba las empresas de titularidad estadounidense, y en 1960 anuló los acuerdos comerciales que mantenía, a lo que Castro respondió en septiembre de ese año con la Primera declaración de La Habana, reafirmando la soberanía cubana frente al imperialismo estadounidense. Un grupo de exiliados cubanos recibió el respaldo del gobierno de Estados Unidos, en un infructuoso intento por derrocarlo que tuvo lugar en abril de 1961 y pasó a ser conocido como el desembarco de bahía de Cochinos.
Desde ese momento, Castro se alineó abiertamente con la URSS, dependiendo cada vez más de su ayuda económica y militar. En 1962, estuvo a punto de producirse una guerra nuclear, cuando la URSS situó en Cuba cabezas nucleares de alcance medio, ante la oposición estadounidense. La llamada crisis de los misiles de Cuba concluyó tras la celebración de negociaciones entre el presidente estadounidense, John Fitzgerald Kennedy, y el máximo dirigente soviético, Nikita Jruschov.
A finales de la década de 1980, cuando la URSS inició sus procesos de glasnost (en ruso, `apertura') y perestroika (en ruso, `reestructuración'), bajo el gobierno de Mijaíl Gorbachov, Castro mantuvo la aplicación del régimen marxista-leninista que había instaurado a principios de la década de 1960. Sin embargo, con el inicio del proceso de desintegración de la URSS y del COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica) en 1990, los problemas económicos de Cuba empeoraron. En 1993, en un intento por alcanzar una economía mixta, Castro aprobó reformas económicas limitadas que legalizaron algunas empresas privadas.
En 1996, el Congreso de Estados Unidos aprobó la denominada Ley Helms-Burton, que articulaba legalmente el boicoteo económico a Cuba, al pretender penalizar a las empresas que mantuvieran relaciones comerciales con otras radicadas en la isla. Por su parte, la Unión Europea (UE), en clara oposición, presentó una serie de medidas aprobadas por los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros para neutralizar los efectos de la Ley Helms-Burton.
Durante su intervención en el V Congreso del Partido Comunista Cubano (octubre de 1997), Castro reafirmó la idea de que Cuba no se dirigiría hacia el capitalismo, lamentando las aperturas que su gobierno hubo de consentir debido a la caída de los principales regímenes comunistas.

CONCLUSIÓN
Después de realizar una investigación sobre este tema, nos dimos cuenta de lo importante que resultó esta revolución para todo el pueblo cubano y Latinoamérica, ahí vimos nacer líderes tales como Fidel Castro y el Ché Guevara.
A pesar de los grandes logros que Fidel Castro, ha creado, como es en la educación, la medicina y el deporte, ha sido inmenso, donde su tasa de mortalidad asciende a 6/1000, acercándose a países desarrollados como Canadá, no podemos olvidar que la situación de este pueblo es crítica, y que día a día balseros arriesgan su vida en el océano buscando nuevas tierras.
En fin, hablar de esta revolución, de sus causas y consecuencias, sería un tema interminable, que chocaría con ideologías y creencias personales, que evitaría llegar a una conclusión justa sobre este tema, por lo que es imprescindible, entender que se debe dejar a juicio individual la evaluación de este hecho histórico, que marcó a toda Cuba y el mundo.

martes, 14 de septiembre de 2010

peronismo

"Durante el transcurso de los gobiernos peronistas, el Estado sufrió una transformación profunda en cuanto al papel que debió cumplir en la vida social y económica.
* Obtuvo el monopolio del comercio exterior. Fundó el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, a través del cual el gobierno compraba la producción agrícola y la revendía a precios más altos. Con las ganancias obtenidas financió a las empresas nacionales y subsidió el consumo interno.
* Se estimuló el desarrollo de la aviación y la marina mercante nacional.
* El sector público se hizo cargo de las actividades económicas que no le interesó desarrollar a la actividad privada. De esta manera creó fuentes de trabajo.
* Incentivó los préstamos otorgados por el Banco de Crédito Industrial. En tanto en 1944 el monto total de dinero prestado fue de 132 millones de pesos, en 1948 fue de 15482 millones de pesos.
* Nacionalizó el Banco Central, los ferrocarriles y los teléfonos. Se crearon empresas como Gas del Estado, Agua y Energía, y Aerolíneas Argentinas.
* Se estimuló básicamente la industria liviana. A partir de 1952 se intentó sin éxito resolver los problemas derivados de la falta de una industria pesada y de fuentes energéticas.
* Se trató de estimular la producción agropecuaria. Pero al no tecnificarse ni modificarse la estructura de propiedad latifundista, las mejoras fueron insuficientes.
* Se llevaron adelante algunas obras de infraestructura como el gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires y el Aeródromo Internacional de Ezeiza.
* En materia social se concretaron mejoras en la situación de los trabajadores. Se establecieron aumentos de salarios, vacaciones pagas para todos los trabajadores, aguinaldo y sueldo complementario anual.
* El sistema educativo quedó sometido al régimen. En los libros escolares se realizó un verdadero culto a Perón y a Evita. En 1947 se anuló la autonomía universitaria.
* Se limitaron los derechos individuales. El Estado monopolizó los medios de comunicación de masas. Se establecieron restricciones o directamente la supresión de la prensa opositora. Se exaltó al líder y a la 'doctrina justicialista".
(Amestoy, Decia y Di Lorenzo - "Historia del mundo actual". Ed. Santillana. Uruguay, 2008. pp. 263 y 264)

martes, 7 de septiembre de 2010

Peronismo. Interpretación de Marcos Kaplán







“El golpe del 4 de junio de 1943, y el gobierno que surge del mismo, tienen inicialmente un sentido puramente militar, de reafirmación del poder de casta, con una inspiración ideológica de tipo nazifascista. El primer apoyo civil está proporcionado por elementos de orientación clerical y falangista cuyos excesos y torpezas aislan rápidamente al gobierno civil y producen las primeras manifestaciones de oposición organizada. La resistencia a la dictadura militar va agrupando, por motivos y con grados variables, a la oligarquía conservadora desplazada, al gran empresario industrial ligado con aquélla y con intereses norteamericanos, a la clase media intelectual ...” (p. 21)

“(Perón) Ha participado activamente en la preparación del golpe militar de 1930. Ha estudiado de cerca los métodos y organismos del fascismo italiano. Tiene intervención directa en la actividad conspirativa que desemboca en el golpe del 4 de junio de 1943, y luego en la organización y funcionamiento de una logia, el GOU (Grupo Obra de Unificación, o Grupo Oficiales Unidos), que pretende regir el proceso revolucionario y la dictadura militar. El 2 de diciembre de 1943, se hace cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, base de lanzamiento de toda su estrategia política. La misma consistirá básicamente en utilizar como instrumentos el apoyo de las fuerzas armadas, de la iglesia, de la policía y la burocracia gubernamental, y la simpatía de los inversores y del gobierno de Gran Bretaña, para lograr la adhesión masiva de los obreros industriales y, en general, de las masas pobres de la ciudad y del campo. La posibilidad de esta captación está dada por el control del estado: la afluencia de recursos financieros; el aumento en número y potencial dinámico de los sectores trabajadores y populares, y su carencia de experiencia sindical y política, de ideología propia y de dirección independiente y eficaz; la situación de reflujo prevaleciente en el movimiento obrero; el número e intensidad de las necesidades materiales y psicológicas a satisfacer. Estas condiciones predisponen a estas masas al conformismo, la apatía y la aceptación de un paternalismo gubernamental que dispense beneficios de desde las cimas del poder.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, a la que pronto agrega la función de vicepresidente de la República, el coronel Perón se lanza a la captación y organización de los sectores trabajadores de la ciudad y del campo, como premisa para su canalización social y su manipulación política. Las viejas burocracias sindicales, de orientación socialista y comunista, son desplazadas o subordinadas por la represión o el soborno. En su lugar surge un nuevo sindicalismo de masas, dependiente del estado, a través del otorgamiento de la legalidad gremial y de concesiones materiales y profesionales (mejoras de salarios y de condiciones de trabajo, arbitraje estatal favorable en los conflictos laborales, protección a dirigentes y delegados frente a la prepotencia patronal). El nuevo edificio sindical es coronado por la Confederación General del Trabajo única que, como los sindicatos de base y las federaciones, es controlada por una nueva promoción de dirigentes caracterizados por el ariibismo, la incondicionalidad y el burocratismo.
La política obrerista es complementada y justificada por un juego de equilibrio respecto a los grandes empresarios, a los cuales dicha política es presentada como garantía de control de las masas trabajadoras, orden y paz social, y posibilidad de apoyo estatal a las actividades industriales y comerciales de las grandes corporaciones de capital nacional y extranjero.
Una primera confrontación decisiva de fuerzas entre el peronismo en ascenso y la oposición se produce en octubre de 1945. Un golpe de fuerza, encabezado por oficiales de la marina y del ejército apoyado abiertamente por el embajador norteamericano Spruille Braden, derroca momentáneamente a Perón. Su equipo político, en el que ya descuella su esposa, Eva Perón, monta una movilización de masas trabajadoras, promovida y controlada por la policía, la burocracia gubernamental y la nueva dirección sindical, en un despliegue sin precedentes que derrota la contraofensiva opositora y fuerza el regreso de Perón a sus funciones anteriores.
La segunda y decisiva confrontación se produce en las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946. Por una parte, la ‘Unión Democrática’ agrupa a los partidos políticos tradicionales (incluso de izquierda), a los grupos oligárquicos y de grandes empresarios, a la clase media acomodada y los universitarios, a grupos obreros de antigua tradición gremial y mejores ingresos; y cuenta con el apoyo desembozado de Estados Unidos y de casi la totalidad de la prensa diaria. Sus consignas básicas son: la lucha contra el peronismo, calificado de movimiento nazi, cuyas mejoras sociales son rechazadas como demagógicas; y la exaltación abstracta de la democracia, la libertad, la Constitución Nacional. El frente peronista se articula por medio de los aparatos burocráticos, militares, policiales y de la Iglesia, la nueva dirección sindical y dos partidos creados en ese momento: el Partido Laborista y la Junta Renovadora de la Unión Cívica Radical. Cuenta con el apoyo de los intereses británicos (colectividad local y embajada). Logra la adhesión de la clase obrera y de las masas pobres de las ciudades y el agro. Con abierto pero efectivo despliegue demagógico, su propaganda enfatiza las mejoras sociales a lograr, la lucha contra la oligarquía y contra el imperialismo yanqui, junto con la promesa de mantener el orden social y erigir una eficaz barrera contra el peligro comunista.
El 24 de febrero de 1946, en las elecciones más irreprochables que conociera el país hasta entonces, el ex coronel, ahora general Perón, es elegido presidente de la República. Sus hombres de confianza controlan el Congreso nacional, las gobernaciones y parlamentos provinciales y los órganos municipales; en suma, el aparato estatal a todos sus niveles.
El peronismo logró el control del estado y ejerce sus poderes en condiciones iniciales muy favorables. Argentina dispone de un saldo positivo en el comercio exterior, y ha acumulado reservas de oro y divisas por 1425 millones de dólares. La expansión simultánea del mercado mundial y del mercado interno asegura a los grandes productores y empresarios altos precios y enormes ganancias. Esta coyuntura excepcional, la vigencia de condiciones de plena ocupación, inflación y prosperidad, posibilitan una limitada política redistribucionista que no afecta sensiblemente a las grandes empresas. La influencia británica en la Argentina se fue debilitando, sin que se produzca la irrupción inmediata de la influencia norteamericana. La vieja oligarquía está debilitada, aunque no destruída. La burguesía industrial, las clases medias en general, el proletariado y las masas populares, han aumentado en peso e influencia, pero carecen de ideologías y políticas propias.
A consecuencia de todo ello, se produce un equilibrio fluctuante y precario entre los distintos grupos nacionales, y entre el país y las grandes potencias; y se crea una amplia base material y social de maniobra para el estado. En estas condiciones, el grupo encaramado en el gobierno, que encabeza Perón, adquiere cierta independencia relativa frente a los distintos grupos nacionales y frente al sistema internacional, y despliega los caracteres de un experimento bonapartista. Se convierte en una especie de árbitro necesario, que decide los conflictos entre los distintos sectores e intereses actuantes en la sociedad argentina, y mantiene un cierto equilibrio.
La estructura y la actuación del peronismo resultan, por lo mismo, fuertemente contradictorias. El peronismo surge y se desarrolla como representante del sistema social argentino, y de la burguesía argentina en general, y no de unos sectores exclusivamente. Esta representación se ejerce a través de una acción burocrática que distancia e independiza parcial y momentáneamente el peronismo de los grupos dominantes en el país, y en virtud de lo cual aquél debe, en diversos momentos y ante distintos problemas, hacer una política nacional burguesa aparantemente contra la voluntad de la oligarquía y de la burguesía industrial.
(...)
A través del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), el gobierno compra la producción agrícola a precios fijos, y la vende aprecios más altos en el mercado internacional, destinando las elevadas ganancias resultantes para financiar sus planes económicos, dar apoyo económico a las empresas nacionales y extranjeras, y subsidiar el consumo. La disponibilidad inicial de recursos permite además cumplir una serie de nacionalizaciones, y expandir el sector público. Son nacionalizados el Banco Central, los ferrocarriles y gran parte de los servicios públicos. La deuda exterior se reduce considerablemente. La marina mercante y la aviación son desarrolladas. El sector público expandido asume tareas que las empresas privadas necesitan pero no quieren o no pueden asumir por si mismas; y provee además al gobierno de resortes ampliados de poder y de recursos adicionales. El Banco de Crédito Industrial y otros entes financieros gubernamentales proveen de generosos apoyo a los grandes empresarios. La prosperidad general, la plena ocupación, el otorgamiento de altos salarios que, combinados con los subsidios, no elevan demasiado los precios ni afectan las ganancias de las empresas, la manipulación de los sindicatos estatizados, la combinación de la simbología populista con las concesiones efectivas a sectores importantes de las masas, permiten crear y mantener un grado apreciable de paz social.
El gobierno peronista defiende así los intereses de la gran burguesía agroindustrial y financiera, pero limita su fuerza política y sus manifestaciones de independencia. Esta situación dual, la demagogia populista y el dirigismo del régimen, el costo excesivo de su mantenimiento, sus arbitrariedades y exacciones, impiden un pleon acuerdo entre los grupos sociales dominantes y el peronismo, mantienen un conflicto latente que se irá agudizando hasta estallar en la crisis final.
Por otra parte, el gobierno peronista debe tolerar o incluso estimular la irrupción de las masas trabajadoras en la vida social y política del país. El peronismo crea un poderosos aparato sindical y un plantel numeroso de dirigentes, cuadros medios y activistas. Impone el cumplimiento efectivo de una legislación laboral y previsional que se amplia de modo considerable en relación a la etapa anterior al triunfo del régimen. Son mejoradas las condiciones de ingreso, trabajo y vida de los trabajadores, sobre todo hasta 1949. (...) De modo demagógico se denuncia al imperialismo y a la oligarquía, y se exalta el papel del proletariado y del pueblo en general. Las masas trabajadoras toman una mayor conciencia de sus fuerzas, posibilidades y derechos, de su antagonismo con la clase empresarial, de la importancia de su propia organización como instrumento de lucha social y política. De manera vicaria y limitada, se sienten dueños del poder, protagonistas de una excitante aventura sin precedentes. La base popular se amplia con el otorgamiento del voto femenino, el cual, combinado con manipulaciones y restricciones a las libertades públicas, otorga a Perón un triunfo aplastante en las elecciones de 1951, que abren su segundo período presidencial. Un papel decisivo es asumido por la esposa del presidente, Eva Perón que, dinamizada por un hondo resentimiento de clase y por una ambición y una energia ilimitada toma a su cargo la relación con la clase obrera, especialmente sus mujeres, la dirección de la política sindical, y el montaje de un aparato especial para el otorgamiento de concesiones y prebendas.
(...)
el peronismo presenta un perfil burocrático y contribuye a intensificar y acelerar la burocratización de la sociedad argentina. El equipo gobernante tiende a estructurarse y seleccionarse verticalmente, desde el líder hacia abajo. El sistema de reclutamiento aplica criterios, no de capacidad e integridad, sino según el grado de lealtad hacia Perón, el ap0arato y los demás jerarcas. Se establece un verdadero ‘culto de la personalidad’ de Perón, traducido en adhesión irracional a su persona, su política, sus decisiones. El monopolio de los medios de comunicación de masas, la imposición del contenido que deben trasmitir los mismo, la restricción o la supresión de la prensa opositora, permiten desarrollar una propaganda totalitaria omnipresente. La misma se dedica simultáneamente a exaltar sin límites al líder y al régimen, y a difundir la ‘doctrina nacional justicialista’. Bajo este nombre aparece un conglomerado ideológico incoherente, en el que se entrecruzan y colisionan elementos de filosofía tomista medioeval, falangismo español, principios del ‘Welfare State’, seudomarxismo reintepretado por apóstoles provenientes de la izquierda tradicional y convertido a un nuevo evangelio nacional-populista. A ello se agrega la afirmación de una ‘tercera posición’ en política internacional, en teoría hostil simultáneamente al capitalismo occidental y al comunismo soviético. Diversos grupos clericales fuertemente conservadores o abiertamente fascistas reciben los puestos de control sobre el sistema educativo y la vida cultural, que caen así a bajísimos niveles, incongruentes con el grado de desarrollo social y de sofisticación intelectual de la Argentina.
Como expresión y fundamento del sistema, son reformadas la Constitución nacional y la legislación vigente. Ello busca sobre todo articular un formidable mecanismo represivo, que aplica un aparato policial y militar fuertemente reforzado, cuyos miembros reciben un trato privilegiado. La oposición política no es totalmente suprimida, pero su representación formal en órganos parlamentarios (nacionales, provinciales, municipales), es fuertemente restringida, lo que va acompañado de la indicada restricción a la libertad de expresión y de persecuciones encarcelamientos y atropellos de todo tipo.
El aparato semitotalitario es pieza clave para la creciente estatización del movimiento obrero. Los sindicatos y la Confederación General del Trabajo llegan a ser controlados y manejados por una burocracia de dirigentes serviles, que se transforman en estrato relativamente privilegiado de funcionarios estatales, a quienes se otorgan puesto y funciones en la administración pública, el Parlamento y los cuerpos deliberativos provinciales y locales, así como subsidios gubernamentales, concesiones y posibilidades de enriquecimiento personal. La presión estatal se combina con la de las grandes empresas, para favorecer este tipo de liderazgo sindical, y desplazar a los auténticos militantes obreros. La represión refuerza la tendencia al debilitamiento de la influencia de los partidos de izquierda en el movimiento obrero que se origina por las limitaciones y errores tradicionales de aquéllos. Los movimientos reivindicativos espontáneos (algunos de gran envergadura, como la huelga azucarera de 1949, y la huelga ferroviaria de 1951) son despiadadamente reprimidos. Toda veleidad de independencia por parte de los sindicatos y de la Confederación General del Trabajo es liquidada. Lo mismo ocurre con las pretensiones de autonomía por parte del Partido Laborista y de la Junta Reorganizadora de la Unión Cívica Radical, puntales políticos iniciales del peronismo, que son suprimidos y refundidos en el Partido Peronista Único. Todo confluye para fomentar en las bases obreras y populares una actividad pasiva y dependiente, que lo espera todo no de la propia acción consistente y autónoma, sino de la concesión paternalista desde arriba. Se promueve asimismo en dichos sectores la renuncia de toda posibilidad de ideología propia y de un papel protagónico independiente en la vida social y política del país.
(...) El equipo gobernante se recluta en la gran burguesía y sobre todo en arribistas de origen medio y proletario que aspiran a integrarse en aquélla a través de sus funciones políticas y administrativas. Dirigentes y funcionarios resultan fácilmente corruptibles, complacientes hacia la oligarquía y la gran empresa nacional y extranjera, aunque cobrando el precio de esa buena voluntad en términos de privilegios, reciprocidad de favores y extorsiones ocasiones. (...)
La euforia inicial disimula en parte las limitaciones del régimen y sus consecuencias negativas. El desarrollo de la crisis económica y social las desnuda y agrava, convirtiéndolas en factores decisivos de la descomposición y del derrumbe final.
El gobierno peronista no ha modificado sustancialmente la estructura socioeconómica tradicional de la Argentina. Carece de una estrategia deliberada y concreta de transformaciones económicas y sociales. Dos planes quinquenales que adopta sucesivamente no pasan de ser recopilaciones de proyectos inconexos, más arma propagandística que instrumentos eficaces de modificaciones estructurales. La dependencia externa del país, en comercio e inversiones, respecto a Gran Bretaña y a Estados Unidos, es atenuada en aspectos laterales, mantenida y agravada en los niveles decisivos. El régimen agrario latifundista sigue intacto, salvo algunas restricciones en la comercialización exterior de los cereales ( la de carnes sigue en manos de los frigoríficos extranjeros).
En materia de industrialización, desde 1946 a 1951 se da importancia a la manufactura liviana. Desde 1952 se intenta resolver los problemas derivados de la falta de industria pesada, y del atraso en energía y combustibles, pero esta tentativa no tiene éxito. El peronismo no logra superar la situación de descapitalización económica generalizada, heredada de la preguerra y del período bélico de autosuficiencia reforzada. Esta descapitalización se manifiesta en la insuficiencia y el desgaste del equipo industrial, agropecuario, energético y de transporte. El déficit de equipos es suplido por el empleo de mano de obra a la que se otorgan mejoras en remuneraciones y beneficios sociales, lo cual encarece los costos, reduce la productividad y, en condiciones de menor oferta relativa para una demanda ampliada por la redistribución relativa del ingreso y el aumento de salarios nominales, agrava también la inflación.
La imposibilidad de capitalizarse surge de varios factores convergentes. El peronismo despilfarra locamente los recursos financieros y las divisas extranjeras.. Los Estados Unidos venden a Argentina maquinaria a precios altos, y compran productos argentinos en reducidas cantidades y a bajos precios; ejercen un dumping contra la producción agropecuaria argentina, y una estrategia de bloqueo financiero. La inconvertibilidad de la libra esterlina impide a la Argentina compensar los saldos negativos con Estados Unidos mediante los saldos positivos obtenidos en Gran Bretaña. Los convenios bilaterales anglo-argentinos descapitalizan también a la economía argentina, al mismo tiempo frenan la penetración de los intereses norteamericanos en el país. Los ingresos comerciales excepcionales desaparecen con la recuperación de Europa. La superproducción consiguiente, con el intervalo de una sequía desastrosa, contribuye a una grave caída en la balanza comercial y de pagos. El mercado interno se contrae, el desarrollo industrial se ve frenado, las quiebras empresariales y los índices de desocupación aumentan peligrosamente. El ente estatal que monopoliza el comercio exterior de cereales obtiene primero menos ganancias y luego da pérdidas. Se ve obligado a comprar cosechas a un precio inferior al obtenible en el mercado internacional; no puede financiar otras actividades económicas, ni el presupuesto del estado, y tampoco puede seguir pagando subsidios al consumo que posibiliten a la vez altos salarios y mayores ganancias. La consiguiente inflación afecta a las clases medias y populares de la ciudad y del campo. Los salarios nominales de los trabajadores son congelados, y descienden sus salarios reales y su participación en el ingreso nacional. Los índices del producto bruto, de la producción industrial y del capital, en los tres casos por habitante, permanecen en 1955 al mismo nivel que en 1948. La coyuntura favorable creada por la guerra de Corea atenúa momentáneamente la crisis, pero ésta se agrava a partir de 1952.
Durante su segunda presidencia, inaugurada en 1951, Perón parece emprender cada vez más claramente la retirada, en comparación con sus audacias y éxitos iniciales. El signo más claro al respecto es el cambio de actitud respecto a la empresa privada nacional y al capital extranjero. La gran empresa nacional combina frente al peronismo una actitud de oposición y de captación desde adentro a través de sus organizaciones y hombres representativos. Entre la gran empresa y la jerarquía peronista se establece un esbozo de frente común contra las masas obreras y populares, manifestado en congelamiento de salarios y fuerte represión de los movimientos reivindicativos.
El gobierno peronista cambia también su actitud hacia las empresas extranjeras y las grandes potencias, evolución que coincide con un desplazamiento desde la órbita británica hacia la norteamericana. Ya en 1947, Argentina ha suscrito bajo presión de Estados Unidos el tratado de Río de Janeiro, que contiene compromisos traducidos de hecho en un sometimiento político-militar. En 1950, Argentina obtiene del Export and Import Bank un crédito de 125 millones de dólares, contra el otorgamiento de concesiones onerosas. En 1953, la misión norteamericana presidida por el doctor Milton Eisenhower fija las bases de un creciente entendimiento entre los gobiernos de la Argentina y de Estados Unidos. En el mismo año, una nueva ley de inversiones extranjeras legaliza las posibilidades de un trato favorable a las empresas no nacionales, prontamente seguido por concesiones a las empresas norteamericanas y europeas de automóviles y petróleo. La penetración de intereses norteamericanos en la economía argentina se vuelve cada vez más perceptible.
(...)
.Los grupos británicos están alarmados por la veloz irrupción norteamericana. Los grupos y el gobierno de Estados Unidos desconfían de un liderazgos aventurero e irresponsable, y de un populismo de consecuencias imprevisibles, y preferían un régimen no tan comprometido con una base de masas, y por lo tanto más débil y manejable. La gran burguesía agroindustrial y financiera se resiente por el peligro de masas y el alto costo financiero y político de la burocracia peronista. Las clases medias se sienten afectadas a la vez por la inflación y los altos impuestos, por la irrupción de masas populares que ha reducido correlativamente el propio estatus, por la política cultural medie3valista-falangista, y por unas concesiones al capital extranjero que afectan sentimientos nacionalistas a la vez difusos e intensos. De manera general para todos los grupos, el aparato totalitario del peronismo golpea e irrita ciegamente en todas direcciones, multiplica los atropellos y abusos, combina el clima de inseguridad generalizada con una corrupción ya indisimulable. Finalmente, la personalidad del general Perón parece sufrir un eclipse momentáneo, que se evidencia en la pérdida de energía e iniciativa, en la confusión de las decisiones, y en una cuasisenil debilidad por las actitudes arbitrarias y por las diversiones de diversos tipos.
Las conspiraciones habían comenzado poco después del triunfo peronista en 1946, y la eclosión más importante se da con el frustrado levantamiento militar de 1951. El avance de la crisis económica y social les da nuevo impulso. (...) La división y lucha de facciones aparece en el seno del ejército y también de la marina y de la aeronáutica. El conflicto con la Iglesia, que estalla en 1954, actúa a la vez como detonante y como eje organizativo de la conspiración antiperonista.
La Iglesia se ha beneficiado notablemente con el peronismo, que le ha proporcionado privilegios materiales de todo tipo, control sobre la educación y la cultura, influencia social y política. El malestar de la Iglesia hacia el régimen surge y se desarrolla por los aspectos populistas y demagógicos del peronismo, y por la competencia de idolatrías y lealtades que se establece inevitablemente entre ambas fuerzas. La organización de un pequeño partido demócrata cristiano bajo patrocinio de la Iglesia desencadena una colérica reacción de Perón, seguida de atropellos y humillaciones contra la jerarquía eclesiástica. La Iglesia asume el liderazgos ideológico y agitativo de la conspiración, vuelca la adhesión de las fuerzas armadas, prepara el camino para la insurrección.
El 16 de junio de 1955, fracasa una primera intentona, que alcanza a bombardear la Casa de Gobierno y la Plaza de Mayo de Buenos Aires con efectivos de aviación y causa un considerable número de muertos. El ejército salva momentáneamente a Perón, pero rompe el equilibrio en su propio favor, convierte al gobierno en su prisionero, obliga al presidente a debilitar los controles sobre la vida política. Una última tentativa de Perón por recuperar la iniciativa y el control, amenazante para sus opositores, desencadena el segundo intento. El 16 de septiembre de 1955 surge un foco revolucionario militar en la ciudad de Córdoba, pocos días después apoyado por la flota de guerra. Perón conserva todavía el control del aparato militar y represivo, pero renuncia a utilizarlo enérgicamente, así como a movilizar a sus propias bases obreras y populares. Se entrega sin lucha y marcha hacia un exilio tranquilo y fastuoso, otorgado sucesivamente por dictadores que gozan de la simpatía y apoyo de Estados Unidos: Stroessner, del Paraguay; ´Trujillo, de la República Dominacana; Franco, de España. Desde lejos, beneficiado por las limitaciones y fracasos de los gobiernos que lo suceden, sigue siendo un poderosos factor en la política de masas. Su movimiento, a través de vicisitudes y transformaciones de diversos tipos, ha contribuido a mantener a la Argentina, hasta la fecha, en un estado de crisis política permanente que revertirá incluso sobre el gobierno peronista instaurado por el retorno al poder en 1973.”
(Marcos Kaplán en González Casanova – “América Latina: historia de medio siglo. 1- américa del sur”. Ed. S. XXI. México, 1996. pp. 20 – 29)