lunes, 12 de octubre de 2009

América Latina. 1

la economia latinoamericana en el siglo XX

“En 1900 había 70 millones de habitantes; en el año 2000, habrá 500 millones. Tres cuartas partes de la población vivían en zonas rurales al inicio del siglo; hoy día, dos de cada tres personas viven en centros urbanos. En 1900, tres cuartas partes de la población era analfabeta; transcurridos cien años, siete de cada ocho personas saben leer y escribir. La vida del común de la gente se ha transformado radicalmente en cuatro generaciones.
La economía ha crecido. En el año 2000, el ingreso regional per cápita será cinco veces más alto que en 1900. Con todo, ..., no ha ganado terreno frente al mundo desarrollado. En 1900, la media del ingreso per cápita en las economías grandes de América Latina era el 14% de la que registraba entonces Estados Unidos; en la presente década esa relación se sitúa en el 13%. Frente a Europa septentrional, la media del ingreso creció a mediados del siglo, pero sufrió luego una caída. El sector industrial pasó de menos del 10% al 25% del PIB, pero la participación de la región en el comercio mundial disminuyó del 7% al 3%, y a finales del siglo más de la mitad de la exportación continuaba limitada a los productos básicos como café, petróleo, azúcar, mineral de hierro y cobre. El grado de dependencia financiera ha crecido a medida que lo ha hecho el endeudamiento externo, y América Latina continúa en situación vulnerable ante las perturbaciones externas.
La esperanza de vida pasó de 40 a 70 años y la tasa de alfabetismo aumentó del 35% al 85% de la población adulta. Sin embargo, la distribución del ingreso ha empeorado sin lugar a dudas; probablemente ya era la peor del mundo en los años sesenta, y la situación se ha deteriorado aún más a consecuencia del ajuste en los años ochenta. Hoy día, dos de cada cinco familias en América Latina se encuentran en la pobreza.
(...)
La región registró períodos claros de expansión en sintonía con las fases de crecimiento de la economía mundial. La primera fase de expansión ya estaba en marcha a comienzos del siglo, pudiendo situarse el punto de arranque en distintos momentos, según el país, a partir de 1850. (...). La segunda fase da inicio con la expansión experimentada por la economía mundial después de las perturbaciones que trajeron las dos guerras mundiales y la llamada Gran Depresión. Si bien la expansión mundial fue importante para esta segunda ola de crecimiento, el foco principal en América Latina se manifestó hacia el mercado interno. En muchos países, el producto creció por primera vez con más rapidez que el poder adquisitivo de las exportaciones. (...) Ambas fases dieron paso primero a una recesión y luego a una transición. Tras la primera expansión, estos períodos de transición perduraron en algunos países desde 1929 hasta los años cincuenta. La segunda recesión comenzó con la crisis de la deuda en 1982, y la transición subsiguiente todavía continúa en marcha.
La primera ola de expansión correspondió sobre todo a un período de crecimiento impulsado por la exportación de productos básicos. (...) Las comunidades indígenas concretamente fueron a menudo desposeídas y desalojadas, al tiempo que diversos modos de trabajo forzado contribuyeron a que se dispusiera de una fuente barata de trabajadores. La evolución prorrogó sencillamente el legado colonial de concentración de la tierra y de subyugación de los pueblos indígenas. De esta manera la desigualdad se incorporaba profundamente en el tejido del modelo y contribuía a la eficacia de éste en la generación de crecimiento.
Cuando la expansión finalizó con la Gran depresión de 1929, el hecho de que el motor de crecimiento estuviera averiado no sirvió de nada para modificar las estructuras sociales y políticas. A medida que el período de trancisión se fue fundiendo lentamente en una nueva fase de expansión, hubo importantes cambios institucionales, pero ninguno en la estructura de la propiedad. La clase media creció e incluso hubo movimientos sociales indígenas, pero los grupos tradicionales de elite continuaron siendo extremadamente poderosos. El cambio institucional entrañó la expansión y reorientación del papel del Estado en el fomento del crecimiento económico.
(Thorp – Progreso, pobreza y exclusión)

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